miércoles, 11 de noviembre de 2015

La encrucijada tecnológica del porno

Esta industria fue una de las grandes impulsadoras de nuevas tecnologías. La entrada del contenido “amateur” y el ascenso de compañías como Apple y Google la han obligado a redefinirse a un paso vertiginoso. Panorama de un negocio que aún hoy, continúa siendo de avanzada.
Que Playboy haya decidido esta semana no volver a ofrecer imágenes de desnudez en su versión impresa es algo que quizá tomó por sorpresa a varios, por más que el sitio web de la publicación ya había tomado la misma decisión en agosto del año pasado. Ciertamente no es algo que inquietara a los dueños de portales como Xvideos o Pornhub, dos de los agregadores de contenido pornográfico más grandes de la red y que en buena parte tienen mucho que ver con los cambios en la revista y, en general, con las transformaciones de la industria de la pornografía, un sector que durante años fue uno de los motores de la innovación en tecnología y en la web.
La otra parte de esta ecuación está relacionada con empresas como Apple, Facebook y Google. Si en una época la pornografía moldeó internet a su imagen y semejanza, hoy esta tarea está en manos de compañías que poco tienen que ver con el porno.
Reglas de juego antes de seguir. La pornografía, como cualquier creación, como cualquier tipo de contenido, es un medio que ha evolucionado, proceso que ha sido impulsado por al menos dos variables: cambios en la tecnología y en la moral de los consumidores. En opinión de varios investigadores, suceden primero las modificaciones en las herramientas, en las técnicas de producción, y después se dan a nivel social.
El relato general cuenta que la pornografía fue uno de los sectores que, directa o indirectamente, ayudaron a perfeccionar el sistema de pagos en línea y presionaron la instalación de banda ancha a nivel global. Además fue uno de los primeros en adoptar el modelo de streaming (de video, en su caso) que hoy es la columna vertebral de varios negocios en la red.
Siguiendo las reglas establecidas, primero llegaron las herramientas y después los cambios morales: la industria pasó de ser un lugar manejado enteramente por profesionales (productores y actores de tiempo completo) a una escena en la que el amateur, el ciudadano común y corriente, puede participar en el circuito mundial del porno. Esto gracias a las mejoras en la transmisión de fotos y videos y, en buena parte, gracias al streaming. Esta tecnología alimenta cientos de sitios en los que las personas pueden ofrecer sesiones de sexo en directo por un precio o gratuitamente.
Si el porno es un servicio encargado de ofrecer una fantasía, lo que sucedió con la expansión del streaming y el nacimiento de los sitios que ofrecen sesiones de sexo en vivo fue que la fantasía se democratizó. Al ser de todos, el negocio es a la vez de nadie y, ciertamente, no es propiedad de un sector en particular.
Según cifras de la misma industria, sólo en Estados Unidos el número de estudios productores de porno pasó de más de 200 en los años 90 a 20 en la actualidad. El promedio de salario de un actor profesional bajó tres veces en un período similar. Mientras tanto, el número de páginas de porno se estima en 800 millones y algunas de las más populares reciben más de 100 millones de usuarios por día, que consumen 1,5 terabits por segundo. Uno de estos sitios, por ejemplo, es propiedad del hombre más rico de Hungría, según reportó The Economist.
Estas cifras, sin embargo, palidecen ante las estadísticas de Youtube, el mayor jugador en el mundo del video en línea, que con más de 1.000 millones de usuarios llega a proveer cientos de millones de horas de contenido diariamente, según sus propias estadísticas.
Como con otras empresas de contenido, la pornografía también ha sido redefinida por el establecimiento del celular como la puerta de entrada a la red para millones de usuarios. Una puerta que es celosamente cuidada principalmente por Apple y Google a través de los términos y condiciones de sus tiendas de aplicaciones móviles, que no permiten la comercialización de productos explícitamente pornográficos.
Parte del futuro en línea será definido por compañías que, junto con Facebook y Twitter, han cambiado el panorama de la producción y distribución de contenido para muchos creadores.
Este futuro, al parecer, también contaría con la presencia del porno en temas como realidad virtual, una tecnología que en buena medida está siendo diseñada para los videojuegos, pero que, por supuesto, podría tener aplicaciones interesantes en pornografía. ¿Alguien dijo wearables, dispositivos para llevar puestos que se conectan a internet? ¿Alguien pensó en aplicaciones porno para ellos? Bueno, de hecho hay toda una rama de la industria dedicada a desarrollar formas de controlar remotamente cosas como vibradores.
Las próximas innovaciones en tecnología no llegarán de la mano del porno, un negocio que se torna cada vez más en un asunto de nicho, pero el futuro en dispositivos y en transmisión de información con cierta seguridad contará con aplicaciones diseñadas por una industria que, por más que es un asunto carnal, tiene buena parte de su alma hecha de silicio.

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